Hace unos días, el día 23 de noviembre pasado, nos llegaba la noticia del fallecimiento del Dr. Alberto Alvarado, su paso a la gloria eterna, el cierre de su ciclo en la Tierra para avanzar al «Cielo» como el último escalón triunfador del juego de la rayuela.
Y qué alegría y satisfacción saber que dio ese paso sirviendo con alegría, habiendo sido testimonio en vida de la santidad como esa búsqueda de la «perfección del amor» y tal cual nos dice el Papa Francisco, siendo parte de «los santos de la puerta de al lado», es decir las personas del Pueblo de Dios.
Incorporamos a continuación las sentidas líneas de Lila y Carlos Cobelas…
En la casa del Padre.
Estos días están llenos de “memoria agradecida” por haber conocido a nuestros queridos Alberto y Constanza Alvarado… Con motivo de la Pascua de Alberto, hemos recordado historias…
Su capacidad para ver las posibilidades de nuestra Región, donde sólo se destacaban las dificultades y limitaciones. Su agudeza para decir con fidelidad y exigencia el carisma de los Equipos de Nuestra Señora que tanto amaron, y a la vez plantearlo con misericordia y respeto por los tiempos de los procesos. –
Cariñosos, nos hicieron sentir cuidados en el servicio, resaltando la Gracia actuante y potenciando su apoyo y acompañamiento incondicional. –
Nos regalaron el testimonio de un matrimonio maduro y feliz, sin monotonía, con exigencia y ternura mutuas. ¡Sin nostalgias por el pasado! Puro presente al servicio de Dios. –
¡Y siempre disponibles a nuevos servicios con un entusiasmo asombroso! Complementándose en sus fortalezas, ayudándose a mirar las situaciones sobre las que consultábamos y dándonos luz y esperanza siempre. –
Para ellos el crecimiento era una pasión, porque confiaban en la mística de los ENS como una gracia de Dios para la Iglesia. –
Profundamente curiosos, sus preguntas y observaciones siempre ayudaban a despejar lo esencial, para trabajar sobre ello. –
Recordamos su sentido del humor, y del disfrute de las cosas sencillas de la vida, y las anécdotas (tantas) nos llenan el corazón. –
Cada día; cada tarea, comenzaba indefectiblemente con la reflexión de la Palabra y la oración…
Fueron para nosotros unos verdaderos maestros de cómo debía ser el servicio en los Equipos de Nuestra Señora. –
Y eso era lo que transmitían en sus conferencias, en los encuentros y formaciones: la vida misma en la gracia del Sacramento, que disfrutaron y testimoniaron con plenitud y sencillez. Vivieron “Jesusmente”, como gustaba decir Alberto: que ésa era nuestra vocación y misión. –
Esta es una acción de gracias por el privilegio de haberlos conocido juntos. No dudamos que el Señor le dará a Constanza la fortaleza necesaria para vivir con tanto en el corazón. –
Lila y Carlos Cobelas
Eq. Córdoba 3 – Argentina